La nefropatía diabética se refiere al daño y deterioro de las funciones del riñón causada por un mal control de la diabetes. El riñón permite la eliminación de sustancias que son producto de desecho como la creatinina y la urea; también regula la cantidad de potasio y de agua del organismo. Cuando la diabetes está mal controlada la filtración del riñón se deteriora y empieza a perder proteínas con la orina; también puede empezar a elevarse la presión arterial. Una persona que se encuentra en esta etapa puede sentirse bien, sin sospechar que ya padece daño renal.
La etapa de pérdida de proteínas dura entre 5 y 10 años. Si la glucosa continúa alta durante más tiempo, al cabo de 15 a 20 años el daño renal será tan grave que se perderá la capacidad para eliminar urea, creatinina y los excedentes de potasio y agua. En esta etapa es necesario iniciar una diálisis, porque la acumulación de estas sustancias tiene efectos tóxicos para el organismo.
La concentración de agua puede producir una elevación de la presión arterial, insuficiencia cardiaca y edema pulmonar agudo, es decir, acumulación de agua en los pulmones que impide la respiración.
Hasta 30% de las personas con diabetes tipo 1 y 15% de las personas con diabetes tipo 2 desarrollan falla renal avanzada que requiere diálisis. Cuando una persona además de tener glucosa alta presenta hipertensión arterial mal controlada, el riesgo de daño renal es más alto.
Es importante llevar un registro de la medición de la presión arterial para detectar elevaciones que puedan contribuir al daño renal, aún cuando no se tenga diagnóstico de hipertensión arterial.
Ante todo, mantener contacto con el médico especialista es la mejor recomendación, seguir sus indicaciones y llevar una vida sana contribuye a mantener por más tiempo el buen funcionamiento de los riñones.